Hola, querida. Así solía llamarte cuando estabas. Es curioso cómo pueden cambiar tanto las cosas con
Hola, querida. Así solía llamarte cuando estabas. Es curioso cómo pueden cambiar tanto las cosas con el tiempo. Los meses llegan a tener la misma velocidad que un parpadeo. Guardo en algún cajón del escritorio los pliegos de todas las cartas que nunca terminé de escribirte. Ahí están mis trabas, mis pretextos, mis años consumidos, el atardecer que no pasamos juntos. Guardo el frío, el calor del invierno de tu risa, la primavera de flores de tus ojos, el amanecer de tus piernas. Ahí, entre todos los objetos pretéritos en los que se han convertido las llaves a ese futuro que se nos escapó, habito yo y me hundo, me compagino con tu recuerdo y le saco lustre a una herida que brilla a oscuras. Ahí es el único lugar en donde dejo de ser hombre y vuelvo a ser un niño con miedos. Donde dejo de ser un escritor para convertirme en alguien incapaz de componer una sola línea si no me guían las caricias de tus uñas. En dónde estarás, me pregunto, y qué estarás haciendo, pero, sobre todo, con quién. Espero que seas feliz, que hayas encontrado un presente estable carente de frustraciones. Espero que te sientas completa y deseada, que aquel a quien te entregas sepa besarte la constelación que nace en tu piel y muere en el cielo. Espero que no me eches de menos, o que lo hagas y no puedas decirlo en voz alta. Después de todo, no voy a mentirte: sigo esperando ser yo al que le dedicas tu insomnio.Heber Snc Nur -- source link
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