El escritor Javier Tomeo murió el pasado sábado a los 80 años.“Somo
El escritor Javier Tomeo murió el pasado sábado a los 80 años. “Somos peces pequeños y robustos, con grandes ojos que se afanan por verlo todo. Vivimos en aguas profundas lejos de las costas. Un día, hace miles de años, uno de mis antepasados asomó la cabeza por encima del mar y descubrió las estrellas. Desde entonces nos esforzamos por saltar. Tenemos unas aletas pectorales muy desarrolladas, que mantenemos pegadas al cuerpo mientras nadamos, pero que desplegamos a la manera de alas cuando pretendemos volar. El aprendizaje, sin embargo, es largo y penoso. Nuestros saltos, de cuarenta a cincuenta metros de longitud, apenas alcanzan, como máximo, los ocho metros de altura. Las estrellas continúan estando muy lejos, pero no renunciamos a nuestro sueño.” El pez volador “Cuando aquel hombre se quitó el antifaz vi que no tenía nariz. Le dije que era preferible que volviese a ponerse la máscara.-No debe usted amedrantar al prójimo con esa cara –le dije.-¿Cree que yo también tengo prójimo? –me preguntó-. ¿Cree usted que los hombres sin nariz podemos presumir de tanto?Su pregunta me pareció bastante ingenua, pero preferí no responderle y dejarle en la duda, así que supongo que aquel hombre debe de continuar todavía hoy preguntándose cuál puede ser su ubicación en este mundo de impíos narigudos.” Carnaval veneciano VIII Campo de batalla y cinco mil combatientes muertos. Los primeros buitres planean ya en las alturas, pero todavía no se atreven a descender. En primer plano, dos guerreros cubierto de sangre. GUERRERO A. Oye. GUERRERO B. Qué. GUERRERO A. ¿Estás muerto? GUERRERO B. Sí. GUERRERO A. Por un momento, al verte sonreír, pensé que estabas vivo. GUERRERO B. Pues estoy muerto. GUERRERO A. Yo también estoy muerto. GUERRERO B. Entonces, ¿cómo pudiste verme sonreír, si estás muerto? GUERRERO A. ¿Y tú? ¿Cómo pudiste sonreír, si no estabas vivo? GUERRERO B. No sé. A lo mejor la muerte es sólo una media sonrisa. GUERRERO A. (Dándose por satisfecho con esa respuesta.) Sí, a lo mejor. Silencio. En lontananza un anciano busca a su hijo entre los muertos, y a los que están caídos de bruces les gira amorosamente la cabeza. XXIV Aldea y páramo. Sol de ocaso. PADRE e HIJO están sentado en la linde del camino que conduce al cementerio. Sobre la tierra húmeda, los gusanos avanzan gracias alas contracciones de una capa muscular sucutánea.HIJO. Padre.PADRE. Dime.HIJO. (Alargando el brazo y señalando el horizonte). Mira aquel molino.PADRE. ¿Dónde ves tú un molino?HIJO. Allí.PADRE. Aquello no es un molino, hijo.HIJO. ¿Qué es, entonces?PADRE. Un gigante.HIJO. ¿Un gigante?PADRE. No hay duda. Fíjate bien. Ahora está quieto, oteando el paisaje. Pero dentro de un momento se pondrá a caminar y a cada zancada avanzará una legua.HIJO. (Tras un intervalo de silencio). Padre.PADRE. Dime.HIJO. (Con voz compungida). Yo no veo que sea un gigante.PADRE. Pues lo es.HIJO. ¿Un gigante con puertas y ventanas? ¿Un gigante con tejas y aspas?PADRE. Un gigante.HIJO. (Tras una pausa). Padre.PADRE. Dime.HIJO. Yo sólo veo un molino.PADRE. ¿Cómo? ¿Un molino?HIJO. Sí, un molino. El mismo de siempre.PADRE. (Con voz grave). Tomás.HIJO. Qué.PADRE. (Volviendo lentamente la cabeza y mirando en derechura a los ojos del hijo). Me preocupas. Silencio. PADRE e HIJO permanecen inmóviles, sin cambiar ya más palabras. Llega por fin la noche y la luna se enciende. XXIX DOS HOMBRES sentados en un banco del parque. Ha llegado la primavera y los pájaros se aparejan. Abajo en la tierra húmeda, la república de las hormigas, estremecida, asiste al parto de la voluminosa reina. HOMBRE A. Ragshsj kdioop. HOMBRE B. Jkyuuio ertdgfko. HOMBRE A. Ioerp Gsthdj. HOMBRE B. Tqaaaq ertsgn. HOMBRE A. (Insistiendo.) Qerruo iop. HOMBRE B. (Con expresión divertida, como si pudiese entenderse con su compañero.) ¿Ajll yuupr alms? HOMBRE A. (Levantando la mirada al cielo, con aire aburrido y desesperado a un tiempo.) Casrhg mmkskp ewwsytrf. HOMBRE B. ¿Qweikd deiitrop? HOMBRE A. Jkkñaaaank. HOMBRE B. (Llevándose las dos manos el vientre.) ¡Ja, ja, ja! Silencio. A Partir de este momento, los dos hombres se ignoran completamente. Abajo, en la tenebrosa madriguera, las hormigas aclaman al unísono el parto real. -- source link
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